OPINIÓN: Asignación Universal y prejuicios sociales

Por Mariana Bautista
Lic. en Trabajo Social. Movimiento Martín Fierro Barrios

Las declaraciones del Senador Sanz, respecto a que la implementación de “la Asignación Universal por Hijo aumentaron el consumo de droga y de juego”, se asientan desde una postura de estigmatización de los sectores populares, a partir de una mirada que niega las posibilidades de creación que tienen éstos de algo superador a la realidad que les toca vivir.
Esto nos permite reflexionar sobre las visiones que piensan las políticas públicas sólo en función de regular, cualificar y asistir, en contraposición a una mirada que permita ampliar las posibilidades de protagonismo popular a partir de una mejora notable en las condiciones económicas, educativas, culturales, sociales y porqué no políticas.
En este sentido, la Asignación Universal constituye un hecho de trascendencia, que supone hacer memoria, retomando una de las consecuencias del modelo neoliberal desde la responsabilidad pública que esta medida contiene, ya que a partir de la creación de este derecho el gobierno nacional genera una respuesta, reconociendo y responsabilizándose sobre su deuda respecto a los sectores sociales que hoy no cuentan con el acceso a una integración laboral.
Los cambios también se expresan respecto al vinculo entre Estado y la definición de las políticas públicas, dado que las políticas neoliberales se caracterizaron por encuadrar a un determinado sector, a partir de nombrarlo, clasificarlo, gestionarlo o administrarlo, persiguiendo una forma de integración pero en tanto excluidos, mientras que la Asignación Universal ya no se nombra como calificativo, sino que se percibe como un atributo y un derecho.
De ahí que la medida haya tenido un fuerte impacto en las posibilidades de integración escolar argentina de muchos niños y jóvenes, como también en el acercamiento de muchos compatriotas a las instituciones de salud, y porqué no en sus posibilidades de tener acceso a determinados bienes, como nos plantean cotidianamente los vecinos en el barrio.
No es menor que el prejuicio de este tipo de discurso se dirija hacia uno de sus principales destinatarios: los jóvenes. Fueron éstos los más atacados y silenciados por las políticas neoliberales. Desde hacía tiempo que una política no generaba lazos sociales con este grupo etáreo, lo cual se percibe en el aumento de la matrícula de enseñanza media, la que como todos sabemos en los ‘90 disminuyó abruptamente y aún costaba recomponer.
Lo dicho nos convoca a pensar sobre la necesidad de crear políticas públicas con sentido transformador destinadas a recuperar la integración social. Sólo así podremos avanzar en la construcción de una sociedad más justa e igualitaria.

Rosario, mayo de 2010.